Hace unas semanas tuvimos la oportunidad de presentar a Dante ante sus compañeros de clase. Durante la primera semana escolar, la maestra pidió como tarea llevar fotografías de cosas que les gustan o experiencias pasadas, para que cada alumno hiciera una pequeña presentación y así conocerse mejor. Con ayuda, Dante logró escoger sus fotos, y la maestra apoyó compartiéndolas con el grupo.
Una invitación inesperada
Sin embargo, debido a que Dante tiene dificultades del habla, no pudo hacer su presentación por sí mismo. Fue entonces cuando su maestra de educación general nos invitó, como papás, a presentarlo ante la clase. Lo único que nos pidió fue que no nos enfocáramos en el síndrome de Down, sino en Dante como persona, como un nuevo amigo. Nos explicó que en octubre, mes de concientización, habría oportunidad para profundizar en el tema.
Esta invitación fue una grata sorpresa, ya que nunca antes habíamos sido incluidos de esta manera. Así que preparamos una presentación con fotos de sus colores favoritos, los deportes que disfruta y las actividades que más le gustan. Fue una experiencia enriquecedora, no solo para los niños, sino también para nosotros. Como papás de un niño con síndrome de Down, estábamos acostumbrados a sentir que, aunque Dante formaba parte del salón de educación general, en realidad no pertenecía del todo. En experiencias pasadas, algunos maestros insistían en que Dante estaba “atrasado” para pertenecer a la clase general, como si soñar con su inclusión fuera algo utópico.
Rompiendo barreras y estereotipos
En esta nueva escuela, la perspectiva parece diferente: valoran la presencia de Dante, quieren conocerlo como persona y no limitarlo a una condición. Porque antes que nada, Dante es un niño, y como todos, merece la oportunidad de pertenecer y participar.
Nuestro propósito fue claro: ayudar a sus compañeros a comprender que la diversidad enriquece, y que cada persona aporta algo valioso al grupo. Usamos fotos de su vida diaria, mostrando sus logros y momentos divertidos. La reacción de los niños fue inmediata y conmovedora. Escuchaban con atención, esperaban su turno para hacer preguntas y mostraron un interés genuino: “¿A Dante le gusta jugar fútbol? Para traer mi balón e invitarlo a jugar”, “¿le gustan los videojuegos?”, o “¿qué hace en vacaciones?”.
Cada pregunta fue una oportunidad para que lo conocieran más. Al final, les dijimos que ser amigo de Dante es tan sencillo como saludarlo, incluirlo en la cafetería o en el recreo, o ayudarlo cuando algo se le complica. Una niña compartió que a ella le gustaba acompañarlo a la cafetería, mientras otra comentó: “¿Sabían que Dante da los mejores abrazos de toda la escuela?”.
Una experiencia transformadora
Esta experiencia fue recordatorio de que, cuando se educa desde temprano, se siembran semillas de respeto y aceptación. Esta oportunidad ayudó a los niños a conectar con un concepto abstracto: la inclusión. Al compartir un poco de nuestra vida con Dante, mostramos que la inclusión es una práctica diaria hecha de comprensión, paciencia y cariño.
Lo más importante no fue lo que nosotros dijimos, sino cómo los compañeros de Dante internalizaron la experiencia. La inclusión real ocurre cuando los niños aprenden a ver y aceptar la diversidad como algo natural y valioso. Salir del salón ese día fue emocionante y esperanzador. Nos dimos cuenta de cómo una presentación sencilla se puede cambiar percepciones.
Como papás, nos sentimos agradecidos por la oportunidad que su maestra nos dio de contribuir a un entorno más inclusivo, mientras los niños aprenden a ver a Dante más allá de una condición. Y, sobre todo, entendimos que cada gesto cuenta: cuando enseñamos a los niños a valorar la diversidad, estamos formando generaciones más empáticas y humanas.
Cuando la inclusión no es la norma
La triste realidad es que llegamos aquí después de muchas batallas con la antigua escuela y el distrito escolar, en busca de un lugar donde realmente se valorara la presencia de Dante. Esto debería ser la norma para todos los niños con discapacidad. Si ellos pueden aprender y desarrollarse en un aula inclusiva mientras avanzan académicamente, lo mínimo que podemos ofrecerles es la oportunidad de pertenecer y ofrecerles las herramientas necesarias para triunfar académicamente.


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