Viajar con un hijo/a con necesidades especiales requiere planificación extra, donde cada detalle cuenta el doble. Aunque Dante ya había volado desde los 9 meses, cada viaje trae nuevos retos y aprendizajes. Esta experiencia reciente nos recordó que con paciencia, flexibilidad y buena preparación, los viajes pueden convertirse en aventuras llenas de alegría.
Preparación antes del vuelo
La preparación comienza mucho antes de llegar al aeropuerto. Cada vez que compramos boletos en línea, marcamos la opción de necesidades especiales. Esto nos permite solicitar pre-boarding y apoyo adicional si fuera necesario, como una silla de ruedas o asistencia para abordar. Antes, Dante usó un asiento y cinturón adaptado, pero esta vez ya no fue necesario. Lo importante siempre es anticipar cualquier eventualidad.
Hemos usado social stories para explicarle paso a paso lo que sucederá durante el viaje. Este año fue especial: desde que armamos la maleta, Dante comprendió lo que venía y estaba emocionado. Ese entusiasmo fue la mejor preparación.
Navegando el aeropuerto
Pasar por seguridad sigue siendo lo más caótico: maletas, documentos, ruido… y un niño inquieto. Mi esposo y yo nos turnamos: uno maneja papeles y maletas, el otro acompaña a Dante. Esto reduce el estrés y le da estructura. Esta vez, Dante quiso ayudar con su propia maleta, un triunfo que nos llenó de orgullo.
En la sala de espera avisamos al personal que Dante tiene síndrome de Down para que el proceso sea más fluido y cómodo.

Dentro del avión

Dante eligió la ventana, fascinado por los aviones. Para mantenerlo entretenido, llevamos audífonos, tableta, fidgets favoritos, snacks y agua. Aunque en casa Dante usa trusas de entrenamiento, en el avión llevó pañal para evitar estrés adicional.
El mayor reto fue explicarle que no debía patear el asiento de enfrente. Para él era un juego, sin entender que incomodaba a otros pasajeros. Al final, lo cambiamos de lugar y aprendimos que necesitaremos una social story para esto la próxima vez.
El reto del transbordo
Hasta ahora siempre habíamos elegido vuelos directos, pero esta vez no había opción. El primer vuelo fue emocionante, pero durante la espera para el segundo Dante perdió la paciencia. El retraso de casi dos horas tampoco ayudó. Caminamos, jugamos y cenamos para mantener la calma hasta abordar el siguiente vuelo.
Cada viaje nos deja lecciones:
- Preparar y anticipar ayuda es fundamental.
- La flexibilidad evita frustraciones y estrés.
- Celebrar avances y pequeñas victorias importa mucho.
- Las social stories siguen siendo clave para anticipar situaciones y reducir ansiedad.
Reflexión final
Viajar con un niño con discapacidad puede sonar intimidante, y sí, hay momentos estresantes y ajustes que hacer. Pero también hay victorias, independencia ganada y recuerdos que valen la pena. Dante ama viajar, y cada experiencia le abre más las alas. Aprendemos con él: que el esfuerzo se transforma en sonrisas y descubrir el mundo juntos es una de las aventuras más grandes que podemos vivir.


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